jueves, 10 de septiembre de 2009

Tengo miedo.

Tengo miedo de despertar todos los días a la misma hora,

sentir lo mismo y soñar los mismos sueños,

tengo miedo de que toda la comida me sepa igual.

Tengo miedo de que la vida me pase sin notarlo,

de recorrer todos los días el mismo camino,

con los mismos pasos, tras las mismas huellas, con el mismo cansancio.

Tengo miedo de despertar un día y no saber a donde se me fue la vida,

de descubrirme viviendo una vida que no sea mía,

soñando sueños que jamás soñé.

Tengo miedo de que el viento se lleve tu recuerdo

y de que el tiempo te arrebate mi rostro.

Tengo miedo de sentir que ya no siento nada

y de descubrir un hueco en el lugar del corazón.

Tengo miedo de que la vida te arrebate de mis brazos

y conformarme acariciando tu rostro en mi recuerdo,

sentir tu piel solo en mi memoria.

Y no sé si es miedo a la vida o a la falta de ella,

pero sin ti, el aire que respiro no sería igual.

Comeré, viviré y reiré, pero algo, imperceptible quizá,

aun escapando a mi conocimiento, estará vacío;

y las manos que me acaricien, nunca serán igual.

Y aunque no me prive del calor de otra piel,

no será lo mismo sin tu aroma.

Si tú estás, no importa cuantos labios te hayan besado,

no importa cuantas caricias me hayan regalado,

mi mundo irá bien.

Pero hay algo que temo más que nada en la vida,

más que a la soledad.

Temo que junto a mí, todas tus comidas sepan igual.

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